Panorama Histórico de los Órganos Tubulares de Oaxaca
Cicely G. Winter
Poco después de la caída de la capital mexica de Tenochtitlan, acaecida en 1521, los galeones españoles comenzaron a llegar regularmente a lo que, paulatinamente, sería la ciudad portuaria de Veracruz.
Entre su cargamento se encontraban armas, herramientas, animales, semillas y diversos objetos necesarios para trasplantar el poder, la cultura y la religión de España al Nuevo Mundo. En los envíos se incluían pequeños órganos de mesa que demostrarían ser poderosas herramientas evangelizadoras para la conversión de la población nativa al cristianismo.
José Antonio Guzmán Bravo describe el incipiente envío de órganos a México de la siguiente manera: “Los primeros órganos que llegaron de Castilla a Nueva España en el siglo XVI, desarmados y embalados en cajas de madera, contenían las piezas numeradas y ajustadas a una Memoria, para poder después armarlos en su lugar de destino. Rara vez transportaban los tubos ya hechos, porque se podían conseguir muy buenos metales y tender las hojas y láminas de metal para hacerlos en la Nueva España. Algunos medios registros de tiple o flautados característicos se importaban como modelos. También se transportaban herramientas variadas, moldes y mecanismos delicados. Las cajas generalmente se realizaban en México sobre el diseño tipológico del órgano. A veces traían el estaño de Europa, suponiéndolo más fino, así como secretos, largitorias*, molinetes y otros mecanismos, incluidos los teclados, que a poco se comenzaron a hacer aquí con gran calidad.” 1
*válvulas
El rey Carlos V y las autoridades eclesiásticas reconocieron la importancia de la música para la misión evangelizadora.
Los frailes que aspiraban a ser enviados al extranjero tenían mayores posibilidades de serlo si contaban con habilidades musicales. Guzmán Bravo señala que se revisaban las listas de pasajeros de los barcos que llegaban a Veracruz con la esperanza de que pudiera haber músicos, organeros o instrumentistas notables a bordo. 2 El primer obispo de México, el fraile franciscano Juan de Zumárraga, instruyó a los misioneros para que enseñaran música dondequiera que fueran como “una ayuda indispensable en el proceso de conversión”. 3 Como las palabras se memorizan más fácilmente cuando se cantan que cuando se hablan, el órgano podía esbozar la melodía y guiar el canto del catecismo, las oraciones, los himnos y los villancicos.
Ruta dominica desde Veracruz a Oaxaca y Guatemala a través de la Mixteca Alta
Carlos V repartió el territorio recién reclamado entre las órdenes mendicantes, y adjudicó a los dominicos hacia lo que actualmente es el estado de Oaxaca.
Los frailes dominicos llegaron a México en 1526 y comenzaron a filtrarse hacia el sureste, en dirección a Oaxaca, cortando una franja diagonal a través del estado hacia el centro comercial costero de Tehuantepec. Desde allí, la comunicación y el comercio continuaron hacia otra importante colonia dominicana en Guatemala y el resto de América Central. La distribución de los órganos históricos ubicados en Oaxaca corresponde aproximadamente a la ruta dominica que, a su vez, corresponde a los asentamientos y rutas comerciales establecidos desde tiempos prehispánicos. Fue a lo largo de estas rutas que pronto se establecieron centros de evangelización.
A los pocos años de la Conquista, se establecieron escuelas de música en la Ciudad de México.
Los jóvenes indígenas recibieron formación en todos los aspectos de la creación musical europea. Su rápida comprensión y afición por un tipo de música completamente desconocido, incluida la polifonía, pronto los llevó a cantar en coros, componer música y tocar instrumentos musicales.
Estas habilidades pronto fueron transmitidas en el territorio oaxaqueño por los frailes dominicos. Más de un siglo después, en 1674, los músicos nativos todavía suscitaban admiración, como señala Fray Francisco de Burgoa en referencia al pueblo oaxaqueño de Quetzaltepec: (“La gente natural de este pueblo es muy hábil y de maña para todo, tocan varios instrumentos, se visten muy aseado, aprenden órgano y a tocar ministriles…”) 4
Los órganos fueron designados por la Corona y la Iglesia para acompañar la liturgia, habiendo una gran demanda de ellos.
Durante el Primer Concilio Provincial convocado por el segundo Arzobipso de México, Alonso de Montúfar en 1556, se decretó que “el órgano es el instrumento propio para el uso de la iglesia, y deseamos que su uso sea universal en México”. 5 Pronto se establecieron talleres de construcción de órganos en la Ciudad de México para satisfacer esta demanda y compensar gradualmente el gasto y la complicación de las importaciones. Los primeros talleres fueron dirigidos por inmigrantes españoles (peninsulares), que utilizaban mano de obra indígena, tanto para el trabajo básico, como para la elaboración especializada por parte de carpinteros expertos. La principal responsabilidad de estos primeros organeros era construir las partes faltantes de los órganos desarmados que llegaban a México. Luego los ensamblaban, afinaban y mantenían. En tan sólo una generación, el grupo de organeros inmigrantes incluía tanto a los criollos, europeos nacidos y formados en México, que probablemente eran hijos o parientes de los primeros organeros llegados a la Nueva España.
Los órganos pequeños importados, destinados a capillas al aire libre o templos rudimentarios, fueron inicialmente los más demandados para la misión evangelizadora. Pero una vez que se construyeron iglesias permanentes, se necesitaron órganos más grandes y elaborados para complementarlas adecuadamente. Los talleres se expandieron y el trabajo se volvió más complejo, lo que requirió perspicacia comercial para organizar y financiar proyectos de construcción. 6 Al principio, sólo los españoles y los criollos podían realizar ese trabajo, y pasarían décadas antes de que los talleres en México fueran completamente independientes de las importaciones o la supervisión española.
LOS ÓRGANOS LLEGAN A OAXACA POCO DESPUÉS DE LA CONQUISTA
El primer órgano de la ciudad de Oaxaca data de la década de 1540 y estaba destinado a la Catedral.
Una carta fechada en 1544 de Juan López de Zárate, el primer obispo de Oaxaca, destinada a Carlos V, cita un órgano ya en uso en el edificio original de la Catedral, ubicado en el sitio actual del templo de San Juan de Dios (“Contaba ya la iglesia con un órgano y estaba bien servida”).7 Habría sido un pequeño órgano de mesa construido en España o en la Ciudad de México y era indispensable para la diócesis de Antequera. Parece seguro que, en algún momento durante el siglo XVI, los conventos dominicos de Santo Domingo Cuilapam y Santo Domingo de Soriano (hoy Centro Cultural San Pablo) también habrían adquirido órganos. Hacia 1535, se había iniciado la construcción del edificio ampliado de la Catedral en su ubicación actual, y en 1569, ya estaba en uso, aunque no completamente terminado. Con el fin de satisfacer las crecientes necesidades del nuevo centro de culto, el obispo (dominico), Fray Bernardo de Albuquerque, encargó un órgano fijo más grande al estimado organero español Agustín de Santiago, residente en Puebla. El sonido más imponente de un órgano de tales dimensiones habría sido apropiado y proporcional al gran espacio abierto de la nueva Catedral.
Ambos órganos fueron trasladados pronto al nuevo edificio de la Catedral, con el órgano de Santiago como instrumento principal y el órgano original en un papel de apoyo. Desde ese momento, hasta principios del siglo XX, la Catedral de Oaxaca albergó dos órganos enfrentados a lo largo de la tribuna en forma de U. Siempre habría habido un organista en la Catedral desde la década de 1540, pero todos eran anónimos hasta que el organista Juan Ponce fue registrado en la nómina en la década de 1580 8. Es posible que se encargara de tocar ambos órganos. Los pagos de las reparaciones de los órganos fueron constantes y, a menudo, los realizaba el propio organero Santiago.
La mayoría de los órganos eran utilizados al aire libre por los dominicos como herramientas de evangelización antes de que se construyeran las iglesias.
Estos órganos eran pequeños y portátiles y se les conocía como “órganos procesionales”. Se transportaban en piezas desde la Ciudad de México hasta la Mixteca Alta, los valles de Oaxaca y otras zonas circundantes a lomos de unos cinco hombres. No ha sobrevivido ningún instrumento del siglo XVI, pero su construcción probablemente se asemejaba a la de los órganos de mesa o realejo españoles de la época, con suficientes registros para ser escuchados al aire libre. Seis órganos de mesa de 2´ (pies), existentes en la región de la Mixteca Alta, fueron construidos alrededor de 1720 a 1735 (dos están fechados en 1724 y 1730), con cuatro o cinco registros, y pueden proporcionar una pista sobre el momento en que fueron elaborados. Los órganos pequeños de este tipo pudieron ser comunes durante la época colonial y representar una continuidad en la construcción que podría remontarse hasta dos siglos atrás.
Una vez ensamblados y presumiblemente decorados, los órganos se tocaban en procesiones al aire libre.
Al principio, los órganos eran tocados por los dominicos u otros músicos españoles entrenados, pero pronto los nativos pudieron reemplazar a los peninsulares. Los órganos se llevaron en andas y se colocaban en los puntos apropiados durante los bautismos colectivos, las celebraciones de santos venerados, o los rituales dominicos particulares. Una vez construida un templo en condiciones adecuadas, se erigían pequeñas capillas, denominadas como capillas posas, en las cuatro esquinas del atrio, formalizando así la ruta procesional.
Santiago Tlazoyaltepec (1724)
These table organs might be similar to the first organs imported from Spain.
Santiago Ixtaltepec (1730)
(reconstructed in traditional form in 1870)
San Juan Bautista Coixtlahuaca, arriba, y San Pedro y San Pablo Teposcolula, abajo. Capillas abiertas del siglo XVI reconstruidas.
Es posible que los órganos también hayan acompañado las procesiones dentro de la nueva iglesia para la élite española o los nativos bautizados.
Para ocasiones especiales durante el año litúrgico, los amplios atrios de los principales templos se llenaban de cientos de indígenas ("indios") que vestían sus trajes nativos y hablaban su lengua materna, principalmente mixteco o zapoteco, que los dominicos aprendieron y usaron en sus proclamas o sermones. El órgano guiaba el canto de la música litúrgica en latín y las canciones más ligeras de devoción, villancicos, cantadas en español o en la lengua indígena en turno. El centro de la procesión pudo ser la imagen de un santo vestida de fiesta, llevada sobre una mesa por cuatro hombres y acompañada por los frailes con sus vestimentas sacerdotales en blanco y negro. El incienso de copal, los estandartes y las trompetas habrían enriquecido el espectáculo mientras la campana sonaba de fondo. (Obsérvese la compra para la iglesia de Texupan en el Códice Sierra citado a continuación). Poco ha cambiado desde entonces, excepto que los órganos ahora están en posiciones fijas en las iglesias y las bandas de viento acompañan las procesiones afuera.
Un documento único, el Códice Sierra, cita la compra de un órgano ocurrida en la Ciudad de México, hacia 1552, para ser enviado a la comunidad de Texupan, en la Mixteca Alta.
El Códice registra los gastos realizados por la comunidad de Santa Catarina Texupan (hoy Santiago Tejupan) entre los años 1552 y 1564. Lo hace mediante la combinación de pictografías indígenas y glosas en náhuatl escritas con letras europeas e intercalando palabras españolas. La última entrada en la imagen inferior (lámina 5, esquina inferior izquierda), se refiere a una “caxa de flautas” comprada en 1552 a Diego Gutiérrez, un empresario de la Ciudad de México que vendía muebles de lujo para iglesias. El costo era extravagante -180 pesos- más que el costo anual de la comida de la más alta calidad para “el señor vicario” de Tejupan -150 pesos- y no podría haberse referido exclusivamente a los tubos. No está claro si el órgano fue construido en España o en la Ciudad de México. El escribano nativo anotó el costo del artículo en el libro de contabilidad con un pictograma del órgano que nunca había visto.
Por lo tanto, una caja de flautas (cuatro de las cuales están representadas al revés) habría sido una descripción adecuada de este objeto desconocido. La siguiente anotación en el códice cita el costo de la comida para los “nobles y la gente de la iglesia” que fueron a la Ciudad de México para comprar la “caja de flautas” y, presumiblemente, organizar su transporte a Texupan. Los costos de transporte se registraron por separado del precio de compra de los artículos transportados.
Texupan era una comunidad adinerada con una próspera industria de gusanos de seda, por lo que había dinero disponible para gastar en artículos de lujo para su iglesia. Además de las “flautas”, el convoy habría incluido los componentes más finos del órgano, como el secreto (caja de vientos) y el teclado. El camino desde la Ciudad de México hasta Texupan, alrededor de 80 horas de caminata, debió ser accidentado. Si hubiera existido un taller de organería en Texupan, o cerca de allí, a mediados del siglo XVIII, las piezas más grandes, como la caja y los fuelles, podrían haber sido construidos por un carpintero local. Pero este órgano fue uno de los primeros y aún no existía una infraestructura sólida para la construcción de este tipo de instrumentos. Por lo tanto, el órgano completo, con todo y caja (“caxa de flautas”), podría haber sido importado, lo que explicaría el elevado costo. El organero probablemente acompañó al convoy para vigilar las cosas; después de todo, este era un órgano caro y presumiblemente hermoso. Una vez armado, calibrado y afinado el órgano, se le habría decorado antes de ser inaugurado. El Códice también menciona ocho trompetas de metal (120 pesos), un sacabuche (trombón, 23 pesos) y estandartes para las trompetas (75 pesos) (láminas 2, 10, 16).
Los documentos citan a transportistas indígenas (cargador, tlamemeh) que transportaban órganos desde la Ciudad de México a la Mixteca Alta.
En 1565 se enviaron “órganos” (plural) desde la Ciudad de México a Yanhuitlán (transcripción de un archivo no identificado en la Ciudad de México). La referencia autorizó a Gonzalo de las Casas a supervisar el transporte de “algunos órganos” y precisó el pago a los indígenas que los portaban. (“En este día, 11 de noviembre de 1565, se dio licencia Gonzalo de las Casas, para que pueda llevar en indios unos órganos al Pueblo de Yanhuitlán, queriendo a ellos de su voluntad e pagándoles su trabajo.”)
El Códice Sierra de Santa Catarina Texupan; el órgano y su costo están representados por imágenes simbólicas
Entre 1606 y 1607, un escribano de la comunidad chocholteca de Santiago Teotongo registró un pago de la comunidad de San Miguel Tulancingo a cinco hombres por llevar un órgano desde la Ciudad de México a Santa María Natividad Tamazulapan, uno de los principales centros chocholtecas. También se mencionan varios pagos para cubrir el costo del órgano, al que contribuyeron todos los sectores (barrios) bajo el gobierno espiritual de Tamazulapan. También se cita el transporte de un clavicordio. 9
SONIDO Y MÚSICA DESPUÉS DE LA CONQUISTA
El fraile dominico Juan de Córdova compiló el primer diccionario zapoteco-español, publicado en 1578, pero compilado mientras vivía en San Jerónimo Tlacochahuaya.
Córdova incluyó una palabra para “órgano”, lo que implica que, hacia la segunda mitad del siglo XVI, ya se usaban ampliamente bajo la guía dominica. Órgano de iglesia se traduce como pijchije quítiguíba, una combinación de las palabras pij de aire, chije de sonido, quíti de cuero y guíba de metal. Algunos sufijos adicionales indicaban los términos para los artesanos que fabricaban los órganos y los músicos que los tocaban. Esta cadena de palabras indica cómo percibían los nativos los órganos: el sonido creado por los fuelles y los tubos. No hay ninguna referencia a la apariencia del órgano, que podría haber incluido las palabras para caja o madera, pero en cambio el énfasis estaba completamente en su sonido y cómo se producía.
¿Cómo reaccionaron los indígenas al oír el sonido pleno de un órgano tubular?
Los instrumentos de viento ocupaban un lugar destacado en la música prehispánica, y la trompeta de concha de caracol, a menudo elaboradamente tallada, se utilizaba en rituales para invocar al dios del viento (todavía se utiliza en muchos pueblos de Oaxaca para anunciar acontecimientos importantes). Además, las flautas indígenas, similares a las zampoñas, eran comunes y los grupos que las tocaban podían aproximarse al sonido de un órgano tubular. Pero el órgano era un instrumento mucho más potente, tocado por una sola persona con un entonador encargado de accionar los fuelles. Si el poder del sonido reflejaba el poder del dios invocado, ¿qué mejor herramienta evangelizadora podría haber que un órgano? Era un instrumento de viento como la trompeta de caracol y las flautas hechas de hueso, barro o madera, pero con un volumen de sonido que se multiplicaba muchas veces por el número de tubos que contenía. En contraste, el lúgubre tañido de una campana de hierro habría sido completamente desconocido y tal vez aterrador. Se dice que cuando algunos nativos lo oyeron por primera vez, se desmayaron. 10
Un mapa pictórico de 1538, El Plano de Tzintzuntzan, muestra un órgano en forma estilizada.
Un grupo de hombres indígenas lleva un pequeño órgano y arrastra una campana, objetos que simbolizan la sonoridad de la iglesia católica. El dibujo representa el traslado de la antigua capital tarasca de Tzintzuntzan a la nueva capital española de Pátzcuaro, Michoacán. El órgano se muestra ya completamente ensamblado, lo que habría imposibilitado su traslado. Destaca que el artista lo dibujó con la apariencia de un pequeño templo.
El mapa de Tzintzuntzan muestra a un grupo de hombres arrastrando una campana y llevando un órgano a su nueva ubicación
LOS ÓRGANOS Y SUS IGLESIAS EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
Los órganos proliferaron en Oaxaca durante los siglos.
Las iglesias principales de la Ciudad de Oaxaca y sus alrededores, así como los de la Mixteca Alta, llegaron a tener hasta dos órganos. Al igual que en la Catedral, el órgano más grande se tocaba en los días festivos más importantes, y el órgano más pequeño estaba destinado para la misa diaria. Es posible que fueran ubicados uno frente al otro como ocurría tanto en el convento de Santo Domingo de Guzmán cómo en la Catedral (antes de la reubicación del órgano actual al centro del coro), de manera similar a cómo se ubicaron en las Catedrales de la Ciudad de México y Puebla. En 1646, un fraile dominico mencionó a los “órganos” (plural) de la iglesia de Santo Domingo mientras los músicos se preparaban para la misa. REF Alternativamente, el órgano más importante debió estar situado en el coro o en una tribuna lateral alta, con el órgano más pequeño en el piso de la iglesia. El fray Burgoa describe los órganos de Yanhuitlán en 1674 de la siguiente manera: “el coro alto es espaciosísimo con… un órgano de los mayores de este Reino, y otro mediano abajo para las festividades de menor importancia”. 11
Dado que los órganos se deterioran con el tiempo, fue necesario que las iglesias fundadas durante los siglos XVI y XVII los sustituyeran. De hecho, la mayoría de los órganos existentes en Oaxaca hoy en día representan solo el último órgano de una secuencia. Esto queda de manifiesto en documentos que citan pagos por reparaciones de órganos anteriores a los que las iglesias mantenían en uso. Los componentes de un órgano más antiguo, en particular los tubos o el secreto, podrían reciclarse en el nuevo. El órgano actual de la Catedral (1712) incluye algunos tubos del órgano de Agustín de Santiago del siglo XVI, y el órgano de Tlacolula (1792) de su predecesor del siglo XVII. En varios órganos de Oaxaca se ampliaron los secretos para incluir otro registro y enriquecer así el sonido.
La construcción de iglesias y conventos avanzó rápidamente después de la Conquista, para luego disminuir durante casi un siglo debido a la abrupta disminución de la población indígena.
Las etapas iniciales de construcción de los grandes conventos de Yanhuitlán, Coixtlahuaca, Teposcolula, Tejupan y Tamazulapan en la Mixteca Alta, así como Santo Domingo de Guzmán y Cuilapam en Antequera, surgieron del fervor constructivo inicial. Sin embargo, la construcción de iglesias en toda la Nueva España se desaceleró significativamente a medida que la población nativa fue diezmada por enfermedades europeas para las que no tenía inmunidad. Las nuevas iglesias ya no eran relevantes para una población reducida en más del 90% en 1550, solo una generación después de la Conquista. La población prehispánica de la Mixteca Alta, una de las regiones más pobladas, disminuyó de 700,000 en 1520, a 100,000 en 1569, luego a 57,000 en 1590, y 25,000 en 1620, resultando en una reducción drástica. 11 La población de la Nueva España no se recuperaría hasta mediados del siglo XVII y sólo entonces pudo reanudarse el uso y la construcción de iglesias. 12
Santa María de la Natividad Tamazulapan: las dos tribunas del órgano se enfrentan; la más pequeña de ca.1720-1730 y la más grande, sin restaurar, de 1840.
La iglesia de Santo Domingo de Guzmán fue saqueada durante la década de 1860. Las dos tribunas del órgano están una frente a la otra (foto ca.1900); la abertura arqueada conducía a la cámara de los fuelles detrás del órgano.
ÓRGANOS Y SUS IGLESIAS EN EL SIGLO XVIII
A finales del siglo XVII y durante el auge de la construcción del siglo XVIII, las iglesias solían tener un órgano.
El órgano se situaba en el coro sobre la entrada principal de la iglesia o en una tribuna lateral. De lo contrario, se apoyaba en el suelo. El acceso al coro podía realizarse por una escalera de caracol de piedra que continuaba hasta el campanario o una escalera de piedra por el lado de la iglesia que conducía directamente al coro. Las iglesias construidas de adobe no podían soportar el peso de los campanarios, por lo que las campanas colgaban en una estructura separada en el atrio, y se accedía al coro directamente desde la iglesia por una escalera. Los órganos se colocaban generalmente contra una de las paredes laterales del coro, de modo que el organista pudiera ver y coordinar el canto con el sacerdote sin darle la espalda al altar. Un órgano colocado en el centro era poco práctico, ya que habría bloqueado la luz de la ventana superior.
El tamaño del órgano dependía generalmente del tamaño de la iglesia y del financiamiento disponible. Un órgano de mesa podía ser el único instrumento en un templo pequeño con pocos recursos. Sin embargo, había algunas excepciones, ya que los órganos se trasladaban de lugar, y varios órganos de Oaxaca son desproporcionadamente grandes para las iglesias que los albergan. Pueden llegar hasta el techo del coro o estar ubicados en una tribuna lateral inferior construida especialmente para que el órgano gane altura en aquellos casos en que el coro era demasiado bajo. En San Pedro Quilitongo, la cúpula sobre el coro fue elevada para acomodar un órgano comprado a una iglesia más grande, también dedicada a San Pedro, como lo indica la iconografía tallada, dos llaves y la mitra del obispo, en la torre central. En San Pedro Ozumacín, se construyó una tribuna para acomodar el órgano debido a que era demasiado alto para el coro. Al igual que en Quilitongo, provenía de una iglesia de mayores dimensiones dedicada a San Pedro.
Las iglesias fueron renovadas, reforzadas o reconstruidas, a menudo debido a daños por sismos.
Los fuertes sismos de 1696 y 1714 dieron lugar a la posterior reconstrucción de muchas iglesias de la ciudad de Oaxaca y de sus respectivos órganos. La mayoría de los antiguos edificios que se conservan en Oaxaca hoy en día datan del siglo XVIII o después, y sustituyeron a los edificios anteriores dañados o destruidos por los constantes sismos. Los órganos más grandiosos de Oaxaca, la Catedral (1712), la Basílica de la Soledad (1719) y Santo Domingo Yanhuitlán, probablemente en la misma época, reemplazaron a los órganos anteriores, después de que sus respectivas iglesias fueran reconstruidas o consolidadas. La Catedral fue finalmente reinaugurada en 1733 después de años de trabajo continuo.
San Pedro Ozumacín, 2023
Acceso al órgano de Tlazoyaltepec
Peñoles, el órgano es altísimo y tuvo que quedar en el piso de la iglesia luego de que se construyó el nuevo coro.
Las iglesias de las comunidades rurales se construían con adobe o piedra y techos de palma. Los muros de adobe podían reforzarse o reconstruirse con piedra en caso de que la iglesia sufriera daños durante un sismo, en caso de que la piedra estuviera disponible. Muchas iglesias pequeñas de la Mixteca Alta con importantes órganos del siglo XVIII todavía tenían techos de palma tradicionales hasta bien entrado el siglo XX. El techo de palma quedaba encima de tablones de madera colocados sobre vigas transversales que generalmente se extendían en dos planos, o a veces tres en estilo basilical, a lo largo de la nave. La palma dio paso a la lámina corrugada que, en algunas comunidades, luego se actualizó por paneles prefabricados de tejas rojas (un proyecto del gobierno estatal) para cubrir el techo de madera debajo. En algunas iglesias, el techo se reemplazó por completo con bóvedas de cañón de cemento. Se construyeron o reemplazaron los coros, aunque a veces eran demasiado bajos para el órgano, que terminaba en el piso de la iglesia.
Santa María Peñoles 2003, iglesia de adobe con un techo de lámina
Peñoles 2022, el exterior de la iglesia fue repellado con cemento y pintado; el techo tiene láminas de tejas.
Peñoles, techumbre de madera con vigas transversales en tres cuerpos, estilo basilical
¿Quién financiaba la construcción y el mantenimiento de los órganos?
Las iglesias de las comunidades indígenas contaban con el apoyo de las cofradías religiosas, de las aportaciones de la comunidad en general o del financiamiento por parte de donantes particulares para la construcción y el mantenimiento de los órganos. El historiador dominico, Fray Eugenio Martín Torres, cita documentos conservados en el Archivo del Instituto Dominicano de Investigaciones Históricas que confirman la colaboración de los frailes con las cofradías religiosas para proyectos relacionados con los órganos. Como ejemplo, el fraile responsable de la parroquia de San Andrés Zautla colaboró con las cofradías del Rosario para financiar la construcción del órgano en 1726. En Santa María Petapa, una comunidad zapoteca situada en el Istmo de Tehuantepec, el jefe de la Cofradía de Ánimas dio dinero al organista “para comprar metal en Oaxaca” y para “arreglar el órgano lo mejor posible” en 1754. (4) Este pago fue autorizado por el rector dominico de la cofradía. 13 El libro de cuentas de la Cofradía del Señor de Tlacolula registra los pagos por la construcción y el dorado del órgano monumental entre 1791y 1792; la participación de los dominicos estaba implícita en la planeación, construcción y mantenimiento de estos bellos instrumentos.
El sacerdote fomentaba las donaciones y tenía voz en las decisiones relacionadas con el órgano, pero la cofradía administraba el dinero. Las etiquetas o placas conmemorativas de la inauguración o reparación de un órgano son raras, pero casi siempre incluían el nombre del sacerdote, el presidente de la cofradía o el mayordomo (el patrocinador de las celebraciones de las fiestas mayores) y las principales autoridades civiles.
La economía de Oaxaca floreció con el desarrollo comercial de los recursos naturales.
El producto más lucrativo, por mucho, era la grana cochinilla, un insecto con el que se fabricaba el costoso pero resistente tinte rojo. La cochinilla tiñó tanto la pintura como los textiles, incluyendo los uniformes de los “casacas rojas” británicos y de las tropas de Napoleón. La Oaxaca del siglo XVIII era, en efecto, un lugar rico. Las cofradías y los mecenas privados centraron su atención en la remodelación y decoración, así como en la construcción, de las iglesias de sus comunidades. Algunos de los órganos, retablos, pinturas y decoraciones interiores más destacados de Oaxaca, así como una actividad musical superlativa, datan de este periodo.
En la Mixteca Alta, se hicieron fortunas con el comercio de la grana cochinilla, la seda y el trigo. Tal fue el caso de Nicolás Ruiz en Santiago Tejupan, quien financió el lujoso órgano en 1776 y al menos un retablo. La decoración interior, la nueva fachada y coro, el órgano, los retablos y muchas pinturas de la iglesia de Tlacochahuaya, parecen haber sido financiadas con la riqueza de la grana cochinilla. A la Basílica de la Soledad se le agregó la tribuna para un órgano en 1718 y, posteriormente, el nuevo órgano en 1719, además de la adición de una sacristía, pinturas, retablos y una suntuosa nueva fachada de la iglesia fabricada entre 1717 y 1718, gracias al financiamiento proveniente del patrimonio del rico mecenas del arte sacro, Pedro de Otálora, después de su muerte. 14
En todo el estado de Oaxaca se establecieron conventos y centros de evangelización dominicos.
Uno de estos centros se fundó en Santo Domingo Nejapa, ubicado a lo largo de la ruta comercial hacia el Istmo de Tehuantepec y un importante cruce de caminos entre las culturas zapoteca, chatina y mixe. En 2001, durante una visita para documentar el órgano de San Bartolo Yautepec, el IOHIO descubrió una colección excepcional de libros de canto gregoriano encuadernados en cuero, dentro de un baúl de madera. Los libros, que datan de principios del siglo XVIII, fueron utilizados en Santo Domingo Nejapa, comunidad fundada en 1548 y ubicada a un día de caminata de Yautepec. Un tesoro inesperado dentro de la colección fue el libro de trabajo del músico Domingo Flores, nativo de Yautepec, donde anotó la música que escuchó y, tal vez, compuso en Nejapa: obras polifónicas sacras en latín y villancicos más ligeros en español y zapoteco. Posiblemente hubo un órgano para acompañar la misa, pero no se mencionó ni era relevante para el material del Cuaderno. Las transcripciones de las anotaciones del Cuaderno y un audio de la música fueron publicadas en 2023.
LA EVOLUCIÓN DEL ESTATUS DE LOS ORGANEROS OAXAQUEÑOS
Los organeros aparecen identificados en documentos legales, pero rara vez en los órganos hasta el siglo XIX.
A mediados del siglo XVII, si no antes, los artesanos de los talleres de construcción de órganos eran citados en documentos legales como organeros (“maestro de hacer órganos”, “artífice de órganos”, “maestro del arte de organista”), aunque en algunos casos eran reducidos a meros “carpinteros”. En tales documentos, los términos organero y organista se utilizan indistintamente y, de hecho, los organistas eran generalmente responsables del mantenimiento y la reparación de los instrumentos que tocaban. Los documentos más significativos son los contratos de construcción, pero los organeros también eran citados en un censo, testamento o demanda judicial. A los asistentes de los talleres se les denominaba “oficiales”. Dado que todos los proyectos de construcción requerían un contrato, es posible identificar a los organeros, aunque lamentablemente solo se conservan unos pocos contratos.
En cuatro órganos del siglo XVIII se encuentran etiquetas de papel pegadas al interior de las cajas, indicando cuando se concluyeron sus construcciones, pero sólo en uno de ellos se menciona al constructor. Se han identificado a las autoridades eclesiásticas y municipales pertinentes o al donante y, además, se conoce el costo de construcción en los casos de San Dionisio Ocotepec (1730), Santiago Tejupan (1776) y San Andrés Sinaxtla (1791). Sólo en el órgano de Santiago Tlazoyaltepec (1724) se identificó al constructor, Marcial Ruis Maldonado (“gran chapusero” o sea, carpintero). Tal vez ocupaba una posición más dominante en el mundo organero de Oaxaca que el resto de sus colegas, ya que había construido previamente un órgano para la Catedral de Oaxaca y la comunidad se sentía honrada de que él construyera el suyo.
Sinaxtla: el nombre del donador, Marcelo de la Cruz, el costo del órgano, $750 pesos, y la fecha de inauguración, 1791, aparecen en la fachada.
Santiago Tejupan: retrato del donador Nicolás Ruis (Ruiz) y su esposa Barbara con su santo patrón, San Nicolás de Tolentino, pintado en el costado del órgano.
Su reconocimiento fue inusual, pues el anonimato de los constructores de los otros tres órganos fue la constante. En Tejupan, no sólo aparecen los nombres del donador y su esposa en el órgano, sino que sus retratos también están pintados en el costado de la caja. En Sinaxtla, el nombre del donador, el de su esposa, el costo del órgano y la fecha se ostentan en la fachada. En ninguno de los casos se reconoce al organero. In Tejupan not only do the names of the donor and his wife appear on the organ, but their portraits are also painted on the side of the case. In San Andrés Sinaxtla, the donor’s name, his wife’s name, the cost of the organ, and the date dominate the façade. In neither case is the organ builder recognized.
El anonimato de los organeros en el siglo XVIII dio paso a su reconocimiento en el siglo XIX.
La segunda etiqueta de las fotografías pareadas a continuación citan reparaciones realizadas más de cien años después de las construcciones del siglo XVIII. El organero ha sido identificado respetuosamente en la etiqueta de la reparación de Ocotepec en 1842: “Señor Maestro Don José Tomás Benavidis”. La etiqueta de Tlazoyaltepec en referencia a Jesús Cano en 1871 es, lamentablemente, ilegible, por lo que no se sabe si se le reconocieron de la misma manera. La construcción de órganos se consideraba tan sólo como un oficio durante el siglo XVIII porque implicaba trabajo manual; en el siglo XIX, comenzaba a considerarse una profesión. Sin embargo, se esperaba que los organeros produjeran un objeto útil y que funcionara bien, no una obra de arte personal. La mayoría de los constructores de esa época parecen haber sido oaxaqueños.
San Dionisio Ocotepec: órgano construido en 1730, organero anónimo; reparación por Tomás Benavides en 1842.
Santiago Tlazoyaltepec: órgano construido en 1724 por Marcial Ruiz Maldonado, reparación en 1871 por Jesús Cano.
Antes de mediados de siglo, era poco frecuente encontrar firmas del organero en la caja o el interior del órgano.
En el interior de los órganos de Santa María Tinu y Santo Domingo Nuxáa es legible, con irregular caligrafía, las fechas y firmas: “1828…Marcial Silvestre Velasges” y “1809…J Ysidro Baldibe”, respectivamente. Una etiqueta en la parte posterior del arca de ventillas del órgano de Teotitlán de Flores Magón identifica a los constructores del secreto (“El secreto de este órgano fue hecho por los maestros D.n Gregorio Arroyo y D.n Joaquín Nieva el 12 de agosto de 1839…”). En Europa era costumbre que los organeros firmaran en el lugar más oculto del órgano, es decir, dentro del secreto, llamado precisamente así por esta razón, pero fue poco común en México. Aunque algunos secretos de Oaxaca están sellados, la mayoría son accesibles y no incluyen información escrita, por lo que la etiqueta de Teotitlán es única. La comunidad se encuentra en la frontera estatal de Puebla y Oaxaca, y el órgano así lo demuestra, pues la mecánica indica una técnica constructiva poblana, mientras que la caja tiene caderas de estilo oaxaqueño. Quien construyó el mecanismo era el organero legítimo, en tanto que quien construyó la caja era considerado sólo un carpintero.
Los documentos oficiales revelan detalles personales sobre los organeros y su mundo.
Teotitlán de Flores Magón, etiqueta al interior del secreto con los nombres de los organeros y la fecha de entrega del órgano (1839)
1654. El testamento de Jerónimo Sánchez de Rivera, nativo de Oaxaca e hijo de padres oaxaqueños, lo cita como “artífice de órganos”. Él y Juan Flores, un colega identificado como carpintero, tenían un taller de organería que fue contratado para “aderezar, limpiar y templar el órgano de la Iglesia Catedral”, de la Ciudad de México a cambio de $40 pesos. En el transcurso de tres años, Jerónimo malversó $1300 pesos que no pudo reembolsar, y finalmente murió enfermo y empobrecido con muchas deudas enumeradas en su testamento. 15 Surge la duda ¿dónde se capacitó Jerónimo en la organería? Murió siendo adulto en 1654, viudo y con hijos ya mayores. Aunque no hay certeza de ello, es posible que haya nacido alrededor de 1600. En caso de haber aprendido su oficio en Oaxaca, confirmaría la existencia de un taller local a principios del siglo XVII. Otra posibilidad es que se haya mudado a la Ciudad de México siendo joven y haya adquirido sus habilidades allá, para finalmente establecer su propio taller.
Década de 1770. Los documentos confirman los pueblos donde vivió y trabajó el organista Juan Martínez “Buena Vida” (1753 – 1795). Sus hijos nacieron en los pueblos de Tlacolula, Ocotepec y Teitipac, donde se le encargó tocar y mantener los órganos. 16 Es posible suponer que también tocaba y reparaba el órgano de Tlacochahuaya. En 1786 fue nombrado primer organista de la Catedral de Oaxaca y fundó la dinastía de organistas y organeros Martínez Bonavides que duró casi 100 años. Lo más probable es que él haya planeado la venta del órgano de Tlacolula a Ocotepec en 1792, porque sabía que el órgano anterior en Ocotepec no era reparable. Juan Martínez fue el abuelo de la monja concepcionista Sor María Clara del Santísimo Sacramento, quien creció en Ocotepec, el pueblo natal de su padre, José Nicolás. Probablemente, Juan o su otro hijo, José Domingo, compusieron o supervisaron la composición de las obras del Cuaderno de Tonos de Salmos para Maitines, compilado posteriormente por Sor María Clara, cuando eran organistas de la Catedral de Oaxaca.
1776. La demanda contra los herederos del organero Teniente Manuel Neri y Carmona (“maestro de hacer órganos”) en Santa María de la Natividad Tamazulapan, en la Mixteca Alta, revela las especificaciones del órgano más grande jamás construido en Oaxaca. Las autoridades municipales encargaron al organero Manuel Neri y Carmona construir un órgano monumental de aproximadamente 9.2 m de alto por 5 m de ancho, incluyendo una cadereta, a cambio de $3000 pesos, y a construirse en el espacio de un año y medio. Desafortunadamente, murió siete meses después de realizar el acuerdo y entonces se le ordenó a su hijo de 25 años, José Manuel, que terminara el proyecto. Sin embargo, las autoridades no quedaron satisfechas con su trabajo, cancelaron el acuerdo y le demandaron por incumplimiento de contrato (1780), razón por la cual este enorme instrumento nunca se construyó. José Manuel tuvo que cubrir los pagos pendientes y devolver todas las piezas terminadas, materiales y herramientas, además de un pequeño órgano terminado que se encontraba en el taller familiar, y que el padre tenía la intención de vender. 17 Aún hoy son visibles los vestigios del impacto proyectado por este gigantesco órgano en la arquitectura del lado izquierdo de la iglesia de Tamazulapan.
Posteriormente, en 1791, José Manuel Neri y Carmona, el hijo, construyó el órgano monumental de Tlacolula.
1866. Las tallas en la fachada del órgano de San Matías Jalatlaco honran el organero Pedro Nibra. De joven, Pedro estaba claramente orgulloso de su creación y quería presumirla, aunque no estuviera en sintonía con la discreción habitual de sus colegas. Desafortunadamente, algunos años después, en 1880, surgieron desacuerdos con el consejo de la iglesia, lo que hizo necesario realizar varias reparaciones y modificaciones en 1880, y es posible que se haya visto obligado a tragarse su orgullo. Pedro Nibra construyó el último órgano de estilo oaxaqueño en Santa Cruz Amilpas, y su nombre y la fecha (1884) están simplemente escritos en el interior de la caja.
Iniciales de Pedro Nibra en la fachada del órgano de Jalatlaco
Retrato escondido en la celosía tallada del órgano, probablemente de Nibra mismo
1886. El contrato con Jesús Cano para un órgano renovado confirma la compraventa de órganos. Cano era de la comunidad mixteca de Santa María Chachoapan, cerca de Yanhuitlán. Reparó y renovó órganos en toda la Mixteca Alta: Tlazoyaltepec (1871), Ixtaltepec? (1872) y Yanhuitlán (1872). Construyó el órgano monumental de Coixtlahuaca en 1876, uno de los dos últimos órganos de Oaxaca. En el órgano de Yucucuí, se cita una afinación de Don Pantaleón Cano realizada en 1876. Tal afinación podría indicar de la existencia de una posible empresa familiar Cano. Jesús restauró un órgano anterior de una comunidad no identificada que vendió a Santa María Suchixtlán en 1886. El contrato en el archivo municipal para la compra del órgano se refiere a él como un “carpintero” (seguramente no su descripción preferida). Esta es la primera referencia escrita que confirma el comercio de órganos usados. Según la evidencia de otros órganos renovados que no se encuentran en sus comunidades de origen, este negocio parece haber sido común, de manera similar a la reparación y compra-venta de coches usados en la actualidad. 18
ÓRGANOS E INSTRUMENTOS RELACIONADOS EN EL SIGLO XIX
El transporte de órganos se hizo más fácil en terreno llano, pero fue un desafío constante en las montañas.
A medida que los caminos y las comunicaciones mejoraron, las comunidades en las regiones relativamente planas de los Valles de Oaxaca y la zona norte del estado, en dirección a Puebla, tuvieron mayor facilidad para transportar órganos o sus componentes. Se han identificado las ubicaciones de dos talleres de construcción de órganos del siglo XIX en la ciudad de Oaxaca (de las familias Nibra y Martínez), y se documentó un taller en Tamazulapan en la Mixteca Alta, activo durante la década de 1770. También parece probable que hubiera un taller en Tlacolula a principios del siglo XVIII, así como muchos otros que carecen de documentación que confirme su existencia.
Sin embargo, la mayoría de los pueblos todavía quedaban distantes y el transporte dependía de mano de obra local o contratada. El contrato para la construcción de un órgano en 1864, en Santa María Reoloteca, Tehuantepec, a varios días de caminata desde la ciudad de Oaxaca, ofrecía al contratista la opción de que el metal, la piel de borrego y la madera para el órgano, fueran transportados en mula o mediante cargadores humanos desde su taller en la ciudad de Oaxaca hasta el Istmo. Aunque las piezas finas pudieron haber sido transportadas por humanos a las comunidades lejanas, el material a granel, principalmente madera de buena calidad o metal para fabricar tubos de la Ciudad de México, generalmente se transportaba en burros o mulas. Las mulas todavía se utilizan para el transporte en áreas remotas del estado donde no existen caminos. 19
El transporte de un órgano a Santa María Alotepec, ubicada en la región montañosa de la Sierra Mixe, había cambiado poco desde el siglo XVI.
El longevo organista, Don Federico Reyes, nos contó esta historia: La comunidad encargó un gran órgano de 8´ a un taller en Oaxaca alrededor de 1870. Cuando estuvo terminado, todo el pueblo, incluyendo el abuelo del organista, entonces un niño, caminó tres días hasta Oaxaca para recoger las piezas del órgano, y luego caminaron otros tres días de regreso a Alotepec. Este niño llevaba algunos tubos en su espalda, sostenidos por un mecapal en su frente. Una vez que todas las piezas estaban reunidas en la iglesia, se convocó al organero para supervisar la construcción de las partes de madera más grandes, utilizando pino local de excelente calidad procedente de esta región montañosa y, finalmente, ensamblar el instrumento. Un contacto originario de un pueblo vecino me dijo que transportar cualquier artículo destinado a la iglesia en una bestia de carga era un sacrilegio. Aun así, la ruta extremadamente montañosa, con pendientes pronunciadas, pudo haber sido imposible de recorrer para los animales de carga. Los mixes, incluso en la actualidad, transportan mercancías sobre sus espaldas, apoyados en un mecapal.
El bisnieto de Don Federico nos contó que su bisabuelo tocó en el órgano el tema “Para Elisa” durante la boda de su hija, posiblemente en la década 1950, y que algún día esperaba tocar lo mismo en el órgano restaurado.
Santa María Alotepec: el organista anterior, Don Federico Reyes, nos habla del órgano y su transporte hasta el pueblo.
El período de las Leyes de Reforma (1850-1860) y la consiguiente separación de la Iglesia y el Estado no detuvieron la construcción de órganos.
Los órganos continuaron construyéndose durante el siglo XIX, aunque tal vez no al mismo ritmo que durante la época más próspera de Oaxaca. Alrededor de la década de 1820, la economía local comenzó a declinar lentamente cuando los tintes sintéticos alcanzaron alta calidad y resultaron menos costoso, reemplazando a la grana cochinilla. Para ese entonces, la mayoría de las iglesias tenían un órgano en posesión, y es posible que hubiera sido más fácil y barato mantener, reparar o renovar los instrumentos existentes que adquirir nuevos. Aunque comprar un instrumento usado también era una buena opción. Las reconstrucciones o renovaciones de órganos más antiguos parecen haber sido comunes y a menudo se improvisaban. Los secretos y tubos que sobrevivían a la caja podían reciclarse en cajas nuevas. Debido a esto, algunos órganos de Oaxaca son una mezcolanza de piezas y su construcción es difícil de descifrar. Aunque la apariencia del órgano cambió considerablemente de un policromado barroco a un austero neoclásico a partir de ca.1790, su construcción mecánica continuó como antes, con solo pequeños ajustes. (Ver Decoración, Construcción)
Después de la separación de la iglesia y el estado durante la presidencia de Benito Juárez (1858-1872), los ingresos generados por los proyectos de la iglesia se convirtieron en bienes tangibles lo más rápido posible para proteger el capital de una posible confiscación por parte del Estado. 20 Las cofradías continuaron recaudando dinero para el órgano y otros proyectos afines a la iglesia, y parecería que la construcción y reparación de órganos continuó como hasta ese entonces. Sin embargo, sobreviven siete órganos que fueron construidos después de 1840 por constructores oaxaqueños para comunidades en la parte central y sur del estado. Todavía existen nueve órganos que fueron construidos por organeros poblanos para comunidades cercanas a la frontera norte. Incluso tomando en cuenta los órganos que se han perdido, la proporción sigue siendo sorprendente, pero la razón era obvia. La jurisdicción eclesiástica de Puebla incluía la región norte de Oaxaca. Era mucho más rica que la jurisdicción de Oaxaca y logró conseguir apoyo para muchos órganos nuevos, incluidos los construidos por la familia Castro. Incluso en Coixtlahuaca, los frailes dominicos de Puebla recaudaron donativos para mantener el templo y financiar la construcción del órgano monumental, obra del organero oaxaqueño Jesús Cano quien lo fabricó en 1876.
Proliferaron las bandas comunitarias y los encargos para compositores locales.
El IOHIO ha descubierto varias colecciones de instrumentos de viento importados de Francia a partir de la década de 1860, durante la era de los Habsburgo, así como cajas repletas de manuscritos de música para bandas, tanto sacras como seculares. Estas composiciones fueron escritas específicamente para una comunidad en particular, a menudo por un compositor local venerado. Pueden incluir misas especiales para la celebración del día del santo, Corpus Christi o Semana Santa. Es posible que se hayan utilizado bajones importados y contrabajos de fabricación local en la liturgia para reforzar la línea bajo del órgano o del coro.
Los clavicordios y pianos cuadrados encontrados en pueblos alejados dan testimonio de una vibrante cultura musical ya perdida.
Los clavicordios se mencionan por primera vez en testamentos, inventarios de propiedades o listas de transporte de principios del siglo XVII. Cinco de los siete clavicordios existentes en México fueron descubiertos en el estado de Oaxaca.
Santa María Pápalo, colección de instrumentos de banda del siglo XIX importados de Francia
Dos instrumentos de gran calidad se encuentran resguardados en museos de la Ciudad de México y Tepozotlán. Cuatro instrumentos básicos de mesa, en diferentes etapas de conservación, fueron descubiertos en el templo de Santiago Lachiguiri por el IOHIO en 2001. El instrumento que se muestra en la imagen de abajo es el mejor conservado del grupo, contando aún con cuerdas y un teclado. Un clavicordio más, al que le faltan las cuerdas y el teclado, fue encontrado en el pueblo cuicateca de Santa María Pápalo en 2012. Todos tienen teclados de 45 notas y una octava corta. Los clavicordios y pianos cuadrados podrían haber sido utilizados para la enseñanza, la práctica o el entretenimiento en el templo u otros lugares.
Santiago Lachiguiri: el clavicordio mejor preservado de los cuatro descubiertos en la iglesia
San Miguel Chicahua: piano de mesa cuadrado en una caja
Santiago Ixtaltepec: piano de mesa cuadrado
En la Mixteca Alta existen dos pianos de mesa cuadrados del siglo XIX. El instrumento de San Miguel Chicahua, con su teclado cromático de 54 notas, parece haber sido fabricado en Puebla, al igual que su órgano. El piano de Santiago Ixtaltepec es más antiguo, con un teclado de 45 notas y una octava corta, y pudo haber sido fabricado en la región. Luciano Bonavides, de la dinastía de organeros Martínez Bonavides antes citada, intentó construir pianos, pero sin éxito a largo plazo. Los pianos importados de los Estados Unidos, con candelabros en la fachada o rollos de pianola, se extendieron por todo México a finales del siglo XIX.
El fin de la tradición de la organería oaxaqueña.
El último órgano conocido de estilo oaxaqueño se construyó en 1884 en Santa Cruz Amilpas y el último de estilo poblano en 1891 en Santo Domingo Tepelmeme. La mayoría, si no todos, de los instrumentos posteriores de las décadas de 1880 y 1890 se construyeron en el taller de organería Castro en Puebla y fueron destinados a comunidades de la parte noroeste del estado de Oaxaca. La demanda de nuevos órganos tubulares comenzó a disminuir, ya que los instrumentos de banda de viento importados de Francia los suplantaron para los eventos religiosos en los pueblos.
Los organeros oaxaqueños parecen haber sido resistentes a las innovaciones de Puebla o de otros lugares y las incorporaron lentamente. Por ejemplo, no construyeron teclados extendidos sin una octava corta hasta 1840, aunque el órgano de Concepción Buenavista, construido en 1802 por Vicente Anaya (no oaxaqueño), ya tenía un teclado de 51 notas. El órgano de Coixtlahuaca construido por Jesús Cano en 1876 todavía tenía fuelles de cuña en lugar de fuelles de reserva. Por alguna razón, la organería se extinguió en Oaxaca décadas antes de que finalmente sucumbiera en el resto de México a la tecnología importada.
ÓRGANOS, ARMONIOS E INSTRUMENTOS ELECTRÓNICOS EN EL SIGLO XX
Los armonios importados de los Estados Unidos comenzaron a suplantar a los órganos durante el siglo XX.
Se construían en todas las formas y tamaños y eran más baratos, generalmente portátiles y más fáciles de reparar que los órganos tubulares. Sobre todo, el organista ya no necesitaba un asistente para operar los fuelles, ya que el viento se generaba mediante pedales. Las grandes cajas decorativas de los armonios en las iglesias de San Juan Sayultepec en la Mixteca Alta y Santo Domingo Guzmán en la Ciudad de Oaxaca muestran tubos de madera o metal pintados de plata para imitar un órgano. Todavía existen armonios en o cerca del coro de casi todas las iglesias de Oaxaca. Algunos de los modelos más recientes pueden funcionar ligeramente, pero el cuero de su sistema de viento, generado por pedales, invariablemente está agrietado, mientras que la caja y el teclado pueden estar intactos.
San Juan Sayultepec, el armonio parece un órgano con sus tubos de madera pintados de plata
Santiago Comaltepec, un armonio pequeño en una caja
San Baltazar Yatzachi el Alto, un armonio muy pequeño
Santiago Tejupan, el armonio tiene una caja inusualmente bella
Una vez instalada la electricidad en Oaxaca, predominaron los órganos importados y, con el tiempo, también los teclados electrónicos portátiles.
En las iglesias de El Patrocinio (Schlag und Söhne ca. 1900) y Carmen Bajo (Walcker 1908), se encuentran órganos neumáticos. Entre los órganos electrónicos proliferaron los Hammond, Johannes, Viscount, Wurlitzer y otros. La inversión económica realizada en ese momento para adquirir este tipo de instrumentos fue enorme, pero hoy en día sólo unos pocos de ellos se tocan con regularidad, muchos ya no funcionan, y existen pocos técnicos en México que puedan repararlos.
Actualmente, los teclados electrónicos son los más prácticos y versátiles. El organista puede utilizar su propio teclado con la configuración de órgano para acompañar la misa, así como otras configuraciones para fiestas o eventos privados. Actualmente, en la liturgia de Oaxaca se utilizan todo tipo de instrumentos de teclado: órganos tubulares históricos, órganos electrónicos fijos y teclados portátiles. Los armonios ya no se utilizan porque nadie puede repararlos.
Algunos órganos, construidos o restaurados durante el siglo XIX, todavía se tocaban hasta la década de 1970, aunque solo funcionaban parcialmente.
Los organistas tocaban la misa en varios pueblos cercanos a la ciudad de Oaxaca (Jalatlaco antes de su restauración, Zaachila, Huayapam, Quiatoni, Tlalixtac) y más allá (Alotepec, Yatzachi el Alto, Yautepec), y a veces sus nombres eran recordados en tiempos tan recientes como a principios del presente siglo. Dos hermanos, Isaac y David Victoria Carreón de San Andrés Sinaxtla, en la Mixteca Alta, tocaron órganos en varios pueblos vecinos durante las décadas de 1950 y 1960 (Tiltepec, Yucucuí, Yanhuitlán, Suchixtlán). Parecían favorecer un repertorio pianístico y romántico, nada inesperado en ese momento, y probablemente alentaron la revisión drástica del órgano de Sinaxtla en la década de 1950 para que sonara de manera similar a un piano. Los tres tubos más graves de diversos órganos fueron cortados toscamente para eliminar la octava corta. Al parecer, algunos órganos todavía se tocaron en la década de 1970, pero ninguno después.
Termina la función litúrgica oficial del órgano tubular, con los recuerdos asociados.
El Concilio Vaticano II (1962-1965) marcó el fin de los órganos tubulares en todo el mundo. Así como la lengua vernácula, es decir, el español, sustituyó al latín en la celebración de la misa, los instrumentos vernáculos, principalmente la guitarra, sustituyeron al órgano. Los órganos que no habían sido reemplazados por un armonio o un instrumento electrónico se dejaron deteriorar cuando ya no era obligatorio mantenerlos. Después de esta fecha, y rompiendo con el precedente de siglos anteriores, las nóminas de las iglesias ya no incluían los pagos a organistas, entonadores para operar los fuelles u organeros para reparaciones. Muchos órganos fueron lamentablemente desmembrados, aunque los que permanecieron relativamente intactos terminaron siendo los principales candidatos para restauraciones a partir de la década de 1990.
Foto: Fundación Bustamante Vasconcelos
Uno de los hermanos Victoria Carreón tocando el órgano en Santa María Tiltepec (1958)
Los recuerdos de los órganos también se han perdido en las comunidades que contaban con ellos. Durante los primeros años del Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca (IOHIO), a partir del año 2000, algunas personas de las comunidades recordaban haberlo escuchado en persona cuando eran niños, así como el nombre del organista que lo había tocado. O bien, recordaban haber oído sobre el sonido del órgano a través de sus padres o abuelos. Los hombres se reían de sus recuerdos de infancia, rememorando cuando el sacerdote los regañaba por columpiarse de las palancas de los fuelles o agarrar y soplar los tubos del órgano. Desde entonces, ha pasado una generación y las historias personales relacionadas con los órganos y el mundo del que formaban parte casi han desaparecido.
El desafío actual es crear nuevos recuerdos que reemplacen a los anteriores tocando los órganos tanto como sea posible. Estos recuerdos pueden estar vinculados a misas particulares, grandes celebraciones en la iglesia o conciertos de música sacra y clásica; presentaciones de artistas reconocidos durante los festivales de órgano o eventos colaborativos con cantantes, coros u otros instrumentos; conciertos de música regional oaxaqueña o celebraciones religiosas especiales en las comunidades locales. Esperemos que estos recuerdos recientes motiven a los oaxaqueños a proteger, mantener y disfrutar los órganos singulares de Oaxaca.
REFERENCIAS
1. José Antonio Guzmán Bravo, Los Primeros Órganos Tubulares en México (ANUARIO MUSICAL No. 70, enero-diciembre 2015) p. 44.
2. Op. cit. p. 44.
3. Robert Stevenson, Music in Mexico (Thomas Y. Crowell Company, New York, 1952), p. 51.
4. Fray Francisco de Burgoa, Geográfica Descripción, Tomo II (Editorial Porrúa S.A.1989), pp. 218-219.
5. Stevenson, op. cit. p. 63.
6. Stevenson, op. cit. p. 68, traducido de Juan de Torquemada, Veinte i un libros rituales i Monarquía Indiana (Madrid, 1723), III, 214.
7. Padre José Antonio Gay, Historia de Oaxaca, 3° ed. (Editorial Porrúa, México 1986), pp. 189-190.
8. Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca, Parroquial / Disciplinar / Fábrica espiritual, caja 2, exp. 7, Libro de cuentas 1563-1604, ff. 201r, 202v, 208v.
9. Sebastian van Doesburg, comunicación personal, referencia del archivo municipal archive de San Miguel Tulancingo, 1592 - 1621,
10. Moisés Rosas, ponencia presentada en el Congreso “La Restauración de Órganos en Latinoamérica” en el marco del Primer Festival de Órganos del Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca, noviembre (no publicado).
11 Burgoa op. cit. Tomo 1, p. 296.
12. Cook Sherburne y Woodrow Borah, The Population of the Mixteca Alta, 1520-1960 (University of California Press, 1968), pp. 22-24.
13. Fray Eugenio Martín Torres O.P., “Los Dominicos y los Órganos en Oaxaca” (Boletín del Instituto de Órganos Históricos de Oaxaca, No. 3, marzo 2004), pp. 6-7.
14. Selene del Carmen García Jiménez, La imagen de la Soledad de Oaxaca: Origin, Patrocinio, Culto Social y Discurso Político, 1682-1814 (Tesis de doctorado en Historia, Colegio de México, Ciudad de México, 2017), pp. 195-196.
15. Efraín Castro Morales, Los órganos de la Nueva España y sus Artífices (Puebla: Gobierno del Estado, Secretaría de Cultura, 1989), p. 17.
16. AHAAO, op. cit., microfilm, libros de matrimonios 1768-1776, 1786-1799, 1799-1813.
17. Archivo Histórico Judicial de Oaxaca, Teposcolula, Civil, Legajo 44, exp. 7, 1780
18. Archivo Municipal de Santa María Suchixtlán, Oaxaca, 1886.
19. Archivo Histórico de Notarías de Oaxaca, citado en Ryszard Rodys y Lérida Moya Marcos, Los Órganos Oaxaqueños y sus Artífices, 2014, pp. 41-43.
20. Sergio Navarrete Pellicer, Ritual sonoro en catedral y parroquias (México CIESAS, 2013), p. 313.